Desde la parroquia

Mons. Fernando Ocariz planteó un llamado en su primera carta: “Todos los fieles del Opus Dei están llamados a rezar y a tratar con cercanía y veneración a los Obispos y a los sacerdotes de su ámbito geográfico, y a colaborar con ellos en la medida de sus posibilidades”. Unas cuantas personas de Ecuador relatan cómo lo han procurado aplicar.

Cocina es una de las actividades preferidas en los clubes de niñas y jóvenes

En 2017 Monseñor Fernando Ocariz planteó un llamado en su primeras carta: “Todos los fieles del Opus Dei están llamados a rezar y a tratar con cercanía y veneración a los Obispos y a los sacerdotes de su ámbito geográfico, y a colaborar con ellos en la medida de sus posibilidades”. Unas cuantas personas de Ecuador relatan cómo lo han procurado aplicar.

En la Orientación familiar

Roque y María Belén son un matrimonio de supernumerarios con 47 años de casados y 11 hijos. Luego de dedicarse por muchos años a ejercer la profesión de orientadores familiares en colegios, sintieron el impulso de llevar sus conocimientos a otros escenarios. En colaboración con la Arquidiócesis sacaron adelante el programa: “La casa de la familia en la parroquia”. Catequistas y colaboradores de diversas parroquias se capacitaron sobre temas basados en el libro de Monseñor Juan Larrea Holguín: Catecismo para la familia.

Roque en una intervención del programa de capacitación para colaboradores de parroquias.

Poco tiempo después el esfuerzo dio sus frutos y se crearon Centros de Orientación Familiar (COF) en varios sectores de Quito: La Magdalena, El Inca y en Tumbaco, para poder ofrecer asistencia personal y matrimonial a quienes lo necesiten.

Participantes que recibieron un certificado al terminar el programa de capacitaciones: “La Casa de la Familia en la Parroquia”.


De lector a preparar matrimonios

Esta misma motivación se despertó en Patricio, fiel de la Prelatura, quien asistía a Misa en la Iglesia de la Urbanización El Condado, en Quito. Un día se acercó al párroco y le planteó su disponibilidad. Enseguida se inscribió al Curso “Lectores de la Palabra” y al finalizarlo, le asignaron un día y horario específico a la semana para que pudiera colaborar con las lecturas de la misa.

A la par de esta labor, junto a su esposa Melanie, se ofrecieron para dar charlas a padres de chicos que van a recibir los sacramentos del bautismo y primera comunión y también han dictado los Cursos Prematrimoniales.

Mucho apostolado de la mano del párroco

Este testimonio lo cuentan Jacqui y Lilian, que empezaron a colaborar en la Iglesia La Paz, en Quito. Al compartir con los feligreses de la parroquia su experiencia como miembros del Opus Dei, esta comunidad empezó a celebrar las fiestas de San Josemaría con más cariño.

Pero además de esto, su apostolado se dirigió a la ayuda en el grupo de la Virgen de la Dulce Espera. Aquí caben todas las intenciones, las de mujeres que desean ser madres, las de embarazadas o incluso aquellas que tienen dificultades para lograr el embarazo. Una vez al mes se ofrece una misa por ellas y tienen una bendición especial frente a una bonita imagen de la Virgen María en espera de Jesús.

Gracias a estos encuentros, Jacqui y Lilian pudieron conocer a muchas mujeres interesadas en clases de Catecismo de la Iglesia y formaron dos grupos, uno de señoras y otro de jóvenes. Ni la pandemia del Covid-19 ha parado esta actividad porque ahora los encuentros continúan virtualmente.

Los clubes de la amistad y la formación

En la Parroquia Beato Álvaro del Portillo, en una zona popular de Guayaquil, se puso en marcha otra labor. Melanie y Soraya, junto a chicas que asisten a actividades de formación de la Prelatura del Opus Dei en el Centro Cultural El Coral, se animaron a organizar iniciativas para niñas entre 9 y 15 años. Así nació el Club Miralto. Se reúnen para recibir clases con diversas temáticas como cocina, manualidades, entre otras. El encuentro es propicio para ofrecer charlas de formación cristiana y hacer tutorías personalizadas con las asistentes, que en muchos casos viven en ambientes familiares y sociales muy complejos.

Participantes del Club Miralto durante una de las actividades

El mismo modelo sigue el Club “Sueña en grande”, en la Iglesia Santísimo Sacramento en el centro de la ciudad, guiado por Elena. Las restricciones por la pandemia unieron a estos grupos y ahora los clubes llevan juntos las actividades de forma virtual. Una vez al mes reciben una meditación y pueden hacer oración durante la exposición del Santísimo.

El Club Fresh Start guiado por Viviana y Ofelia, se desarrolla de forma similar en la Parroquia Santa Elena. El grupo ya tiene 4 años y entre las actividades preferidas destacan las romerías, la visita al Santuario Nuestra Señora de Fátima o las actividades deportivas en la playa. Este tiempo transcurrido ha permitido tener un acercamiento a las familias de la parroquia y tener un trato más profundo con ellas.

Acompañamiento escolar

Pascuales, otra zona popular de Guayaquil, se beneficia de la labor apostólica del grupo de monitoras del Centro Cultural El Coral. En este caso, los esfuerzos están enfocados en dar clases de refuerzo escolar y catequesis a niñas de la parroquia. Las circunstancias actuales también las llevaron a adaptarse y ahora continúan su trabajo de forma virtual.

Las encargadas que lideran son Susana y Camila. Ellas preparan videos de 5 minutos con temas generales de refuerzo escolar y se los envían por whatsapp a las mamás de las niñas que atienden.

Estas son solo algunas de las labores que se promueven. Muy variadas unas de otras, con diversas maneras de abrirse caminos, incluso en tiempos adversos, pero todas con un mismo objetivo, trabajar en conjunto para dar a conocer a Dios y ayudar a personas necesitadas.