El chico de las empanadas y los pies de piña

Nicolás Ponce es un estudiante universitario de Ecuador. Nos cuenta, en primera persona, la historia de cómo logró reunir dinero para ir a la beatificación de Don Álvaro.

Me llamo Nicolás Ponce, tengo 20 años y soy de Ecuador. Actualmente estudio en la Universidad de los Hemisferios y les voy a contar mi historia de qué es lo hice para poder irme a la beatificación de Don Álvaro del Portillo.

Todo empezó cuando el Papa Francisco reconoció el milagro obtenido por intercesión de Don Álvaro al niño chileno José Ignacio. Desde ese momento mi corazón se llenó de felicidad y de agradecimiento al futuro Beato, por todo lo que hizo, especialmente ayudando a San Josemaría y a la Iglesia entera.

Desde ese momento en que me enteré la fecha definitiva de la beatificación, me decidí a pensar cómo podría conseguir el dinero para poder irme. La situación era complicada ya que el año anterior me había ido al Congreso Universitario UNIV en Roma, y adicionalmente mis papás estaban en apuros económicos. Con estos antecedentes decidí no viajar.

Unas semanas después, durante la Semana Santa, en la Residencia Universitaria Ilinizas de Quito se organizó como todos los años el Triduo Pascual. En la víspera a la fiesta litúrgica de Domingo de Resurrección, se preparó un show, para recibir la Pascua. Con unos amigos, presentamos para el show un cortometraje en que se cuenta la historia de una persona tenía que buscar trabajo, como por ejemplo, siendo policía, vendedor de helados, lustrador de zapatos, vendedor ambulante, etc. Todo esto para conseguir dinero para ir la beatificación. El protagonista del corto fui yo. El video se encuentra actualmente en Youtube, con el nombre: “2 centavos pa` Madrid”, lo pueden ver en el link: www.youtube.com/watch?v=bsryo6oYPNw. A partir de ahí, me dije a mi mismo que tenía que actuar en la realidad como actué en el corto: debía conseguir dinero como sea.

Terminadas las vacaciones de Semana Santa, volví a la Universidad. Invité a dos amigos míos a que se unan a esta búsqueda de dinero, siempre encomendando a Don Álvaro. Mis amigos se llaman Stefan y Sebastian, y los dos son hermanos. Les decía, si Don Álvaro quiere que vayamos a su beatificación, tendrá que ayudarnos desde el cielo. Y la aventura de conseguir dinero empezó.

Se me ocurrió vender pies de piña en la Universidad, ya que mi papá empezó un negocio de comida en nuestra ciudad de origen, Ibarra, y producía estos deliciosos postres. Además, mi amigo Sebastian también vendería comida, ya que él me contó que sabía hacer un rollo de canela muy bueno, aprendido de una espectacular receta de su abuela.

Entonces concretado el plan, le comenté a mi papá que quería ayudarle a abrir su negocio en Quito. Él me mandaría desde Ibarra, a dos horas de Quito, 20 pies diarios y de los cuales no debía regresar ninguno: esa era la primera prueba. Sebastian y yo empezamos la venta de pies y de rollos de canela un día lunes. Pasado tres semanas tuvimos tal éxito que duplicamos la venta diaria, y muchas personas nos pedían que traigamos más y más comida. Entonces mi papá me dijo que estaba vendiendo empanadas chilenas, con lo cual podría ganar más dinero y conseguir mi meta deseada. Estas empanadas son cocinadas por una trabajadora del hogar que cuidó a mis abuelitos por más de 40 años, es decir un miembro más de la familia. Tuvo tanto éxito que todas las semanas mejorábamos las ventas.

Estábamos en tan buena racha, hasta que llegó una mala noticia, mi amigo Sebastian no podría ir a la beatificación por un problema médico familiar. Le pedí a Don Álvaro que le ayude a su familia.

Decidí no rendirme y lograr mi objetivo. Seguí vendiendo pies y empanadas para ir a la beatificación. Una chispa de suerte que cayó del cielo fue que recibí una propuesta para vender pies y empanadas en un evento grande en un colegio. Estaba seguro que podríamos vender muchas empanadas y conseguir una buena suma de dinero.

Gracias a Dios todo salió bien, aunque muchas personas no sabían lo que verdaderamente era una empanada chilena, porque decían, ¿tiene empanada chilena de pollo?, y eso hacía gracia, porque al momento de vender las empanadas, me acompañaban mis dos primos chilenos. Otra cosa que salió muy bien, fue que el papá y la mamá de un chico del colegio, amigo de mis papás nos ayudaron a vender las empanadas, ya que ellos conocían a la mayoría de todos los presentes.

Al final de todo pude conseguir el dinero que necesitaba, sumando lo vendido en la Universidad, en el colegio y lo que tenía ahorrado.

Una última anécdota que les quiero contar es que, al momento de pagar en la agencia de viajes, yo fui con el dinero en una bolsa, y había tal cantidad de monedas, que la señora de la agencia se preguntó que de dónde había sacado el dinero… y le conté lo de la venta de empanadas y pies. Se le estremeció mucho el corazón, y también se sonrió al ver lo curioso del “chico de las empanadas y los pies de piña”.

Después de todo lo sucedido le agradezco mucho a Dios por todo lo que pasé para poder irme a la beatificación: fue una prueba dura, pero increíble. En momentos pensaba mucho en Don Álvaro, porque al momento de leer su biografía, se observa su santidad. Como por ejemplo cómo aprovechaba el tiempo, la sencillez y su humildad, para dejar todo en las manos de Dios y su amor a Nuestra Madre la Virgen. Solo puedo decir que me encomiendo a su intercesión y que espero verles a todos en Madrid.